Mientras el mundo sufre las consecuencias de la crisis climática -que se manifiesta con virulencia en gran parte de Europa con fenómenos climáticos extremos como las olas de calor, incendios y muerte- en nuestro país las prioridades domésticas, de la chusma política, se reducen perversamente, con anticipadas condecoraciones, al reparto del poder, de cara a mayores granjerías.
De nada han servido las llamadas de atención de la alta comisionada de Naciones Unidas por los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, quien luego de una evaluación de su visita a nuestro país, ha manifestado que en el Perú existe un movimiento y una agenda legislativa antiderechos humanos. Y no le falta razón a Bachelet porque, una vez más, constata que organizaciones políticas muy venidas a menos y grupos supuestamente políticos, están atacando impunemente los derechos humanos fundamentales. Es lamentable, pues, que dichos grupos estén ganando presencia en la medida que también son promovidos por malos políticos para atacar las libertades fundamentales de la sociedad civil y los derechos de grupos vulnerables.
Es así como, ensimismados por las vendettas públicas entre nuestra “élite” política, corremos el riesgo de ser arrasados por los fenómenos climáticos extremos, en la medida de que los responsables políticos de adoptar medidas severas y urgentes, para enfrentar la crisis climática, están de espaldas al mayor reto ambiental que tiene la humanidad. No en vano el presidente de EE.UU., Joe Biden, frente a las posibles olas de calor en su país, ha anunciado que enfrentará al “inminente peligro” de la crisis climática y aprobará medidas frente a la inacción de su Congreso. Con seguridad, algo de efectividad habrá tenido la misma realidad de las temperaturas extremas, más los incendios que arrasan miles de hectáreas estadounidenses y también la advertencia de la ONU acerca de que el exacerbado cambio climático será, a la larga, mucho más mortal que el Coronavirus. Jesús Véliz Ramos