Ante la alerta provocada por la aparición de la viruela del mono (fuera de África) las autoridades sanitarias están señalando que la transmisión principalmente se genera por las mordeduras de ratas, ardillas, primates o por el contacto con la sangre y las secreciones de los animales y/o por el consumo de carne de mono infectada. Se trata, pues, de una zoonosis clásica y que la Organización Mundial de la Salud califica, el riesgo endémico, como extremadamente bajo.
Pero, es bueno recordar que la introducción de un nuevo virus en los seres humanos sigue siendo uno de los mayores misterios para los científicos aunque, sin lugar a dudas, hay que reconocer que algunas de las enfermedades más comunes y mortíferas son provocadas por bacterias o virus de origen animal, estimándose que el 70 % de los patógenos nuevos y reemergentes (como el virus que causa la viruela del mono) proceden de animales, incluyendo la COVID-19 que es causada por el virus SARS-CoV-2.
Por cierto, de acuerdo a más evidencias científicas, la devastación de los ecosistemas y la pérdida de la biodiversidad, aumentan los riesgos para la salud, no solo de la vida silvestre, sino también de los humanos.
Debe entenderse, entonces, que cuando existe un ecosistema que no ha sido depredado, en donde coexisten en forma equilibrada la flora y la fauna del lugar, los patógenos están diluidos, es decir pierden intensidad o agresividad y, por lo tanto, no están en condiciones de generar brotes de enfermedades. Jesús Véliz Ramos