Luego de más de dos meses, de finalizada la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático, la dependencia mundial a los combustibles fósiles no se ha reducido, muy a pesar de la crisis climática y de los acuerdos de la COP26. Sin embargo, la crisis no solo la provocan los gases de efecto invernadero, sino también somos los humanos los que desencadenamos una serie de impactos en los océanos, mares, ríos y bosques, es decir en la vida de todos nuestros ecosistemas con nefastas consecuencias para la vida de sus poblaciones.
Confirmando que nada importan los acuerdos ambientales, y la respectiva legislación internacional, los accidentes provocados últimamente por las multinacionales petrolíferas nos llevan a exigir la urgente necesidad de optar por las energías renovables. Las costas de Perú, Nigeria y Tailandia han sido gravemente contaminadas en estos últimos días, así como también los ríos selváticos de Perú y Ecuador. En estos casos, como ya es común, la impunidad goza de buena salud lo que alienta y envalentona a las grandes empresas contaminadoras como REPSOL.
Si bien es cierto que justificadamente la pandemia ha concitado la atención mundial, también es necesario reemprender la agenda climática a efecto de no dejar espacios libres que mal aprovechan los empresarios para seguir contribuyendo al calentamiento global, a la vez que depredan y contaminan nuestros ecosistemas.
Si la pandemia, en su inicio, redujo la contaminación, hoy se confirma que el calentamiento global y la contaminación han vuelto a aumentar. Jesús Véliz Ramos