En nuestro país –no obstante la abnegada y perseverante lucha de las mujeres- la equidad de género y el empoderamiento femenino sigue siendo un objetivo algo lejano, pero felizmente alcanzable. Dicha situación aún está condicionándolas, hasta cierto punto, a una condenable cultura patriarcal que piensa que las mujeres no son dueñas de su vida.
Sin embargo, con mucha entereza las mujeres siguen luchando y ganando espacios, desempeñando cada vez más roles importantes como líderes en nuestra sociedad. Y son ellas las primeras en dar respuesta inmediata cuando se trata de encarar alguna crisis, como es el caso de la pandemia que aún nos sigue castigando. A pesar de ello, es de lamentar que su trabajo suele no valorarse en su real dimensión. Ese es el caso concreto de cómo asumieron su deber y enfrentaron el impacto de la crisis sanitaria de la COVID-19 y sus secuelas económico-sociales.
En relación a la crisis climática, quienes más se encuentran en situación de vulnerabilidad son las personas pobres, en especial las mujeres y las niñas, que sufren las peores consecuencias de las perturbaciones ambientales, económicas y sociales. No obstante, ellas mismas también son las primeras en responder prontamente ante un desastre, y son las encargadas de tomar decisiones inmediatas empezando por el hogar. Ninguna medida será fructífera si no se cuenta con la participación dinámica de las mujeres.
Urge, entonces, ver a las mujeres como agentes virtuosos de cambio y no compasivamente como víctimas. Jesús Véliz Ramos