La comunidad científica mundial lleva décadas advirtiendo de la magnitud del problema climático sin ser atentamente escuchada, por eso gran parte de sus miembros, al sentirse ninguneados y menospreciados, se han visto obligados a ejercer su derecho a la “resistencia civil no violenta” para ser atendidos y que se actúe con urgencia. Así es como van dejando atrás los tiempos de solo informar, alertar y participar en conferencias para ahora pasar a la acción directa de las protestas, huelgas y desobediencia. Los científicos dicen no saber vociferar ni pintar paredes, “pero somos buenos aprendiendo y estamos estudiando cómo contar la gravedad climática”, aclaran. Y, para demostrar su condena a la inacción, ante la crisis climática, marcharon el miércoles pasado hacia el Congreso español tiñendo de rojo su fachada con pintura biodegradable.

Cómo será de delicado el problema climático global que los mismos científicos están en pánico ante los resultados de sus investigaciones que guardan íntima relación con las catástrofes que se producen a diario con más virulencia y a gran escala. Y ese pánico se acrecienta por la extinción masiva de especies animales que desaparecen cada día y por la falta de acción política frente a la crisis climática.

Si la llamada sociedad civil sigue tolerando la inacción, a pesar de la creciente crisis climática, la comunidad científica no está dispuesta a ser cómplice de esa sinrazón por lo que han activado su “resistencia civil no violenta”, y su movilización directa, para exigir a los muy campantes gobernantes y políticos que actúen de inmediato.  Jesús Véliz Ramos