A escasos tres meses de las elecciones regionales y municipales, el huayco bullanguero de candidatos, que osan creerse indispensables en la gestión de la cosa pública, amenaza con arrasar voluntades democráticas. Como si a los ciudadanos nos encantara comer promesas, los “indispensables” nos atosigan con sus menús electorales llenos de compromisos que podrían ser bien degustados por los votantes irresponsables. Con la mala experiencia de elegir a los menos indicados, que además asumen sus cargos con su séquito de activistas, corremos el riesgo de convertir en delincuentes a autoridades y funcionarios que fácilmente se obnubilan con el poder. ¿Cómo explicarnos los signos de opulencia de gobernadores, alcaldes y regidores, ayer nada boyantes? ¿Será que el voto ciudadano es una varita mágica que convierte automáticamente a las autoridades elegidas en gente con fortuna? ¿Será que las facultades de las que gozan las hacen acaudaladas de la noche a la mañana?
Pero, ahí los tenemos a los “indispensables”, reiteradamente entrometidos en nuestra vida ciudadana que, si son elegidos como autoridades, gozosamente se dedicarán a mirarse el ombligo, entretenidos en minucias palaciegas, en problemas domésticos, en cortinas de humo creadas adrede. Mientras tanto, los problemas endémicos de la ciudad seguirán afectando a toda la gente.
Nuevamente, ¿será que solo por el antiguo poder del vil metal los “indispensables” se abren paso, a codazo limpio, en pos del cargo para el que no son nada competentes? Jesús Véliz Ramos